Antonio Vela

"En su calmada pincelada y estudiada construcción, sabia de años de formación profesional, trabajando con la mesura que precisa toda buena obra, nuestro pintor sabe perfectamente cómo dar con la pose más impactante que determine el estado mental de su propia conciencia..."

Antonio Vela

Quinto hijo de una familia de cinco. Al ser el último, Carmen, su madre, no pudo disponer de leche materna para amamantarlo, por lo que tuvo que ser alimentado con Pelargón y, claro, no es lo mismo y arrastra desde ese entonces una tara, no hay nada más que verlo. Ahora intenta compensarlo comiendo mucha fruta.

Cursó Bellas Artes en Santa Isabel de Hungría en Sevilla, pero no descubrió la pintura hasta que visitó por primera vez el Museo de Orsay en París, “¡…cinco años de carrera y la pintura era aquello!” Está emperrado en ser de mayor pintor, está en ello, dice. Cuando acaba una obra no la firma, que para qué (parece chulería, y bueno..), no va de sobrado, pero cuando dice que pinta sólo para él es inevitable darle la razón.

Actualmente, y desde hace 25 años, tiene la inmensa suerte de trabajar en su pulsión vocacional, la creación plástica y satélites: Diseño, pintura, ilustración, enseñanza artística, programación cultural…. Es cierto, como le decía Carmen, que “eres como el maestro Liendre, que de todo sabe y de nada entiende”, y quizás sea por este motivo que la línea argumental en su obra tenga como leitmotiv el único tema que probablemente domine más: él mismo y sus pensamientos (o no, vete tú a saber). Pero este hecho lo tiene asumido y es moderadamente feliz así, no es persona de excesos.

Autor Antonio Vela

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Introspectiva, de Antonio Vela

Introspectiva es el título de esta exposición virtual del pintor Antonio Vela, autor causante de formas y artífice desde hace más de dos décadas de su propia pintura. Y como suele suceder cuando la obra rebosa honestidad, conecta, habla y trasmite al que la observa contundencia, sencillez y verdad.

Su obra, de una evidente y profunda actitud de introspección, como observaciones de sí mismo, nos encuentra sencillamente observando y, como si de respirar se tratara, nos hace sentir partícipes de un conjunto de miradas, carentes de alegría pero llenas emoción, en las que el silencio, camuflado a través de una aparente sensación de sorpresa, nos despide una luz, que habita en este interesante y misterioso pintor de “barriada”, como a él mismo gusta llamarse.

En su calmada pincelada y estudiada construcción, sabia de años de formación profesional, trabajando con la mesura que precisa toda buena obra, nuestro pintor sabe perfectamente cómo dar con la pose más impactante que determine el estado mental de su propia conciencia. Para ello, hace uso de encuadres cercanos y algo desconcertantes, con los que consigue analizar, por medio de la observación de sus propios pensamientos o sentimientos, al objeto o sujeto que pinta.

Sus rostros, así como la mayoría de sus obras, están sujetas a la observadora inteligencia del que ose mirarlos. No son simpáticos, ni graciosos, “válgame, Dios si me equivoco ¡decía mi abuela¡”, pero simplificarlo a ese simple hecho es desconocer mucho la pintura, su mensaje intrínseco y carecer de capacidad de reflexión sobre ella. En este caso, no caiga en ese error, no se retrate de ese baladí modo; este creador y su hacer no se lo merecen.

Nuestro pintor, Antonio Vela, es de la generación del pelargón, (“que también tiene sus ventajas al tiempo”...) busca, pintando una vez y otra, su propio rostro a través de los demás. Por eso, en casi todos sus retratados observamos casi la misma estampa facial muy parecida a la suya propia. La delicadeza en el tratamiento de sus obras está sujeta a la pura expresión facial con la que capta, dibuja y trata cada semblante, los cuales expresan, impactados, haber sido "cazados" por este introspectivo pintor.

Sus pinturas las vivo como impresionantes “tronies” contemporáneos, (significado holandés del siglo XVI-XVII de rostros “caras”) que se hacían por entonces, por mera curiosidad de captar o, más bien expresar, aquellos instantes expresivos del sujeto que posaba para el pintor.

Su búsqueda, en mi opinión, es por descarte. Su observación exhaustiva encuentra la expresión que necesita, donde cada una de ellas recibirá una formidable ejecución técnica y una valoración tonal impecable. Sus rostros sin cuello guardan ese “tronie” que él mismo lleva arrastrando dentro desde su infancia, de ahí que me pareciera tener algunas ventajas pertenecer a esa generación del pelargón, como sabes aquella harina lacteada que apareció en el mercado en 1944 y que alimentó a una mayoría de niños de los 50. Pues bien, a este interesante pintor le vino muy bien, al ver y comprobar su interesante producción durante todos estos años. Os recomiendo disfrutar de su obra, como de su reflexión plástica inteligente y honesta, unidas a su personalísima obra.

David Saborido
Comisario

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