Hay libros a los que se llega por casualidad. Un momento de descanso de Antonio Orejudo es uno de esos hallazgos casuales que agradeces siempre. Porque Orejudo es un magnífico contador de historias, un escritor que maneja la ficción con maestría, lo que, unido al humor del que hace gala —que no es más que un modo de enfrentar su escepticismo con la realidad—, provocan en el lector una mezcla de sorpresa y desconcierto.
La novela, escrita en un tono de humor que impregna los conflictos y angustias más trascendentes, se encuadrada dentro de lo que se denomina autoficción y está dividida en tres partes.
La novela, escrita en un tono de humor que impregna los conflictos y angustias más trascendentes, se encuadrada dentro de lo que se denomina autoficción y está dividida en tres partes. En la primera, Aparece un fantasma, el narrador, un escritor llamado Antonio Orejudo —cuya biografía coincide en ciertos aspectos con la del escritor ‘real’—, se rencuentra después de diecisiete años con Arturo Cifuentes, un antiguo compañero de facultad con el que compartió piso en Nueva York. En la larga conversación que mantienen, Cifuentes le cuenta los infortunios familiares y académicos vividos en EEUU: acusado de discriminación racial; desencantado del sistema universitario americano y su insoportable corrección política; abandonado por su mujer y padre de un hijo con minusvalía mental que participa en un reality show… En la segunda Cómo me hice escritor, el narrador cuenta la aparición en él de una extraña capacidad extrasensorial provocada por un experimento de estimulación craneal magnética al que se ha sometido a cambio de dinero y que, aconsejado por el autor del experimento, aprovecha para convertirse en escritor. Y en la tercera, La felicidad del hombre descansado, asistimos a una trama detectivesca en la que Cifuentes, ya instalado en España, desvela sus indagaciones sobre Augusto Desmoines, prohombre de la universidad española, cuya carrera acompaña una oscura trama de traiciones e imposturas. La obra termina —tranquilos, no estoy haciendo spoiler— con la aceptación de Orejudo de una cierta laxitud moral que nunca se ha permitido: «…me pregunto de qué me ha servido pelearme tanto con la realidad (...) A veces pienso que la firmeza moral es una variante de la vanidad, una manera de sentirse excepcional, de fingir ante ti mismo que, aunque seas un salido y un divorciado con hijo, eres especial…»
Un libro muy recomendable con momentos dignos de ser incluidos en cualquier antología de humor (no se pierdan la presentación de los miembros del departamento de español de la Universidad de Missouri o el episodio del tribunal de oposición. Hilarantes) que nos enfrente a ciertas preguntas incómodas.
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