Chema Cobo. Joking Holes. Un pintor en la diáspora. 1975-2015

Chema Cobo. Joking Holes. Un pintor en la diáspora. 1975-2015

UN PINTOR EN LA DIÁSPORA


1975, curiosamente, fue designado en el calendario chino como el año del Conejo. No sabemos si con chaleco y reloj de bolsillo... Premonitorio. Morían Franco, Dionisio Ridruejo y Escrivá de Balaguer. Así es la providencia. Se fundan los Sex Pistols y Milos Forman consigue su primer Oscar con 'Alguien voló sobre el nido del Cuco'. Esos artistas insolentes, esquizos de Madrid pero andaluces en su mayoría, unidos tan sólo por la reafirmación de sus estilos individuales, comienzan ya a demostrar su atrevimiento -máxime en tiempos de enorme descrédito para la pintura- y su actitud desafiante en medio de tanta genialidad condensada, de tanta fecha para el recuerdo (o el olvido). En un mundo que ya apunta maneras hacia lo global, su irrupción en el panorama histórico-artístico bien podría parecer una anécdota, puro descaro juvenil.


Sin embargo, y con plena vocación de perdurabilidad, Chema Cobo, andaluz de la punta de Europa (Tarifa, 1952), cincela su primera muesca en la culata de un revólver que no ha parado de disparar, de manera certera, a la historia del arte y al pensamiento, en cuatro décadas: fue 1975 el año de su primera exposición individual en la mítica galería Buades de Madrid, reflejo de la convulsa realidad cultural en la España de la Transición.


Por esta pequeña rendija del calendario, la de los 40 años, se cuela el pasado -ciertamente, la historia reciente de nuestra cultura-, acompañado además del no menos nostálgico dibujo que formó parte de aquella exposición que justifica nuestra presencia en el aquí y el ahora (Sitting Room nº2, una invitación a sentarse y claudicar ante la evidencia hegeliana de que el arte no es más que el camino hacia las ideas).


Pero hasta aquí la regresión. Porque la mejor forma de hacer memoria, de revisitar las cuatro décadas de escepticismo plástico, sarcasmo gaditano y profundísima carga intelectual que hay depositada, como un sedimento ya calcáreo, en la pintura de Chema Cobo, es contemplando su obra actual. El interés de su pintura ya no se circunscribe a un momento histórico tan sublimado como el de la Transición, ni es presa de los postulados de esa generación procaz hasta el punto de la perversión que fue la Nueva Figuración Madrileña; ni de su consolidación estética en los 90. Ahora viaja libre por los territorios más sólidos de la estética contemporánea aunque, eso sí, sin renunciar a un equipaje que carga con todo su imaginario construido en estos 40 años de compromiso estético e intelectual con la pintura. A Chema Cobo lo siguen acompañando hoy bufones y jokers, loros, camaleones y conejos; dados, mapamundis, escaleras y piscinas. Ventrílocuos y espejos. Lo acompaña Lewis Carrol y Jeremy Bentham, emocionantes disparates soñados, un surrealismo latente y los guiños burlones del ilusionista que cuestiona, sin reservas, la propia representación de la realidad.


Es por eso que no hay un resumen más certero de la trayectoria de Chema Cobo, y que condense su universo de una forma más completa, que adentrarse en sus procesos creativos actuales, desde los que se puede traer el pasado al presente y poner en valor a un artista de plena actualidad -y en absoluta efervescencia creativa- que ya ha escrito un capítulo de la Historia del Arte Contemporáneo.


De las 48 piezas que componen la exposición JOKING HOLES, entre pinturas, dibujos y tres obras escultóricas, un altísimo porcentaje está fechado en el último año, y otro tanto ha sido creado -con enorme fervor, créanme- ex profeso para esta exposición antológica, no tanto por su revisión histórica, sino por cuanto tiene de excepcional. Aquí se encuentran reflejados todos los hechos artísticos de un pintor de trascendencia internacional que ha sabido posicionarse en sus sucesivas etapas hasta poder alcanzar, hoy día, un espacio de privilegio en la plástica contemporánea.


Perfecto resumen de quién fue y quién es hoy, acentuados quizás su descreimiento, también su sarcasmo -la retranca, que decimos en Andalucía- y el aspecto lúdico que también le da sentido a su pintura, Chema Cobo muestra en JOKING HOLES ese perfecto equilibrio -que pocos consiguen- entre sus inquietudes conceptuales y el oficio del pintor. Valga la paradoja de que Chema Cobo es un pintor-pintor, cuya obra trasciende el antagonismo entre figuración y abstracción, supera la distancia entre el arte conceptual y la elocuencia necesaria e insustituible de la imagen, de la representación.


Eso sí, y así lo verán en series de reciente creación donde vuelve a repasar su catálogo de obsesiones -el joker, las piscinas, esos agujeros que conectan con la metafísica, su particular animalario, ventrílocuos y todo ello, trufado con los delirantes personajes de la Alicia de Carroll-, en Chema Cobo sigue vivo el desconcierto que produce la figura, que se resiste a todo encasillamiento. Con títulos todos cercanos al aforismo, nuestro autor muestra en cada una de las piezas su interés por las cuestiones de su tiempo, critica ácidamente la propaganda política que nos hace creer que todo es accesible, precisamente para ocultar todo aquello que no debe ser visto en función de los diferentes intereses del poder. Los juegos de espejos, las duplicidades, la persistencia invisible situada "al otro lado del espejo" es quizás aquí más evidente. "Hemos caído en la red y en las redes", reflexiona a vuela pluma Chema Cobo tras la entrega de cuadros como 'Are you invisible or transparent?', donde evidencia un mundo en el que todo está sometido a vigilancia, y donde, a modo de trileros, nos quieren confundir la casilla de la seguridad nacional con la del ejercicio del control.


Todo lo demás continúa atravesado por la metafísica, por sus constantes referencias a la historia del arte, la filosofía y la cultura anglosajona. Los inquietantes 'Holes', el regreso -¿acaso se marcharon?- de los Jokers, los ventrílocuos más lenguaraces y los más sinuosos reflejos de las piscinas reviven en esta muestra donde, ya despojado de cualquier atadura, 40 años después, Chema Cobo no oculta la importancia de su raigambre geográfica. Su condición limítrofe, como hijo del Estrecho, ha determinado sus cimientos pictóricos de manera irrevocable, y así lo seguimos viendo en la representación de esos espacios deliberadamente híbridos, fronterizos, ambivalentes, capaces de captar la ambigüedad de lo real.


Así lo define el propio Chema Cobo, un artista en permanente tránsito, que se mueve mejor en los márgenes, instalado desde hace décadas en la periferia de los discursos oficiales:


“¿El estilo?... Pues a ver, a partir de principio de siglo, el estilo es un cajón de sastre donde cabe todo. Uno pica un día de Picasso, otro de Duchamp y otro día de Jasper Jons. Pero no está copiando, ni haciendo un plagio, sino a partir de lo que conoce de cada uno de ellos, construye una realidad diferente. Con lo cual, el estilo en sí sería..... Pues sería el estilo de la diáspora, nunca en un centro, sino moviéndome alrededor de algo que no sé qué es; quizás sea algo de lo que huyo”.  


 ‘El estilo de la diáspora’ al que alude es, pues, el trasunto de JOKING HOLES: rico en duplicidades, delirante en sus juegos y cultismos, brillante en la ejecución y perverso en sus intenciones.


Amalia Bulnes
Málaga-Cádiz-Sevilla, abril de 2015