Carlos de la Herrán

Carlos de la Herrán

Como nos ocurre a casi tod@s, de pequeño a Carlos le apasionaban las actividades plásticas, dibujar, pintar, modelar, etc... y el cine, tanto que a los nueve años fabricó un rudimentario proyector con una caja de zapatos y una bombilla, y producía sus propias películas dibujando con bolígrafo sobre tiras de acetato.

Durante todo el periodo de escolarización le siguieron acompañando estas inquietudes, a las que se sumaron el placer por la música y la literatura, formando parte como baterista en varias bandas: Affaire Niñamónica, Los Guapos, Los Trapecistas o No, Pich, y publicando textos e ilustraciones en distintos fanzines locales.

Así que el ingreso en la escuela de Artes y Oficios de Cádiz fue la progresión natural para completar su formación académica.

A partir de ahí trabaja durante casi cuarenta años para distintas empresas cuya actividad es la creación y construcción de exornos efímeros para festejos de toda índole, diseñando y dando forma a cientos de proyectos.

Paralelamente desarrolla una faceta más personal en el campo del dibujo, la pintura y la escultura, participando a lo largo de su carrera en múltiples exposiciones tanto individuales como colectivas.

Recientemente se ha volcado en la fotografía, que por su carácter más inmediato y no
matérico, en cierta manera colma lo que siempre anheló con el resto de disciplinas, a saber, producir obras muy distintas entre sí, huyendo del ‘sello de artista’ y abarcando tantos temas y estilos como le sea posible.

 

A pleno pulmón

Los árboles y los bosques desempeñan una función crucial y todo lo que nos dan los árboles no nos cuesta, literalmente, nada. Conocemos bien las agresiones que se convierten en noticia, como son los incendios forestales. No tenemos tan presentes los excesos de la ampliación de la frontera agraria, los aprovechamientos madereros insostenibles, los urbanismos mal planificados, la contaminación y el cambio climático. 

El antídoto más eficaz es, al mismo tiempo, el más eficiente y barato: la prevención y la protección estricta de los últimos bosques primarios que nos quedan. Todo esfuerzo, por pequeño que sea, es una contribución a la continuidad de la vida en este planeta.

Joaquín Araújo

Acopio de materiales para la construcción de un Arcimboldo

El consumo de productos de proximidad se origina en el movimiento slow food, una asociación gastronómica que reivindica una nueva forma de entender la alimentación, cimentada en el ecologismo, el desarrollo sostenible, la defensa de la biodiversidad, el comercio justo y el compromiso de carácter ético con los productores. 

Los productos Km. 0 son tendencia desde hace algún tiempo porque enlazan con una filosofía de vida donde priman los valores ecológicos y de respeto al medio ambiente. Es un tema de concienciación y de tomarse muy en serio la necesidad de poner en marcha sistemas de producción sostenibles y racionales, que garanticen la continuidad de los recursos para nuestra generación y las posteriores.

Lo cotidiano y su verdad

La obra fotográfica de Carlos de la Herrán nos sumerge en un acercamiento sincero a la Naturaleza, que habita (si sabes verla) en nuestra más profunda y sincera observación de la cotidianeidad. Sus imágenes captadas, vividas y sentidas, día a día, nos recuerdan esos momentos que pasan inadvertidos llenos de enseñanza. 

Sus resquicios abstractos captados, sus tenebristas agrupaciones de hortalizas y poderosas ramas llenas de matices majestuosamente armonizados, rozan la pura abstracción plástica, recuerdos de esa misma expresión estética, que tanto nos acerca a la conocida y tan practicada pintura abstracta del siglo pasado, la de "los Jackson Pollock y las Lee Krasner". 

Como edificaciones sabias de composición, ricas y armónicas plasmaciones de la Naturaleza, su obra nos incita a reflexionar y nos hace plantearnos nuestra propia mirada. Cada imagen o visión encontrada es un retrato más de uno de esos instantes vividos por el autor en su día a día... Contemplar su obra me llevó a la sencilla vivencia de un paseo a solas, observando detenidamente cada imagen, fijándome sin más en sus retales de ramas, tomates, cebollas, lechugas y cabezas de ajos en clave tonal baja, y a través de esta experiencia tan personal que aún recuerdo, vino a mí su grata y apreciada personalidad. 

Lo que él busca no es el lujo visionario del actual “artisteo”, ni la elevada retórica de la pintura del bodegón. La verdad de sus acelgas, tomates, ajos y cebollas, repetidas una y otra vez, son su verdad aprehensible, familiar, visible, abierta al tacto y a la repetición de algo importantísimo, seguir existiendo.

David Saborido

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